Sobre el blog

¿Qué encontrarás aquí?

¡Hola, bienvenido a mi blog “Viviendo una Vida Natural”!

Espero que disfrutes y, sobre todo, te resulte útil el contenido que vayas encontrando en él.

Soy Laura, mamá de dos niñas a jornada completa, 24 horas al día, 7 días a la semana. Mi ocupación principal, por pasión y vocación, es cuidar de mi familia. Eso que me ha llevado a replantearme todo en búsqueda de una vida más sana, tanto física como mentalmente, para ellos y para mí misma.

De ahí nace este blog, para compartir lo aprendido durante estos años, tratando de conectarme más con la naturaleza y volver a los orígenes, en esa búsqueda de la felicidad y la salud. Aquí encontrarás información para llevar una vida sin químicos (o reducirlos al máximo), con recetas de limpiadores y productos cosméticos sencillos, recetas de comida casera, completamente libre de procesados y componentes insalubres, guías para la preservación de alimentos (conservas, deshidratación, fermentación…), consejos e ideas para una crianza más natural, remedios caseros a base de hierbas medicinales, y cualquier otra cosa que vaya poniendo en práctica en mi vida y pueda aportar valor a esta comunidad.

Sobre mí

Hace ya más de 5 años, cuando terminaba el máster de mi carrera de ingeniería me casé y me quedé embarazada de mi primera hija, Carlota, que ahora tiene 4 años. Ser madre puso mi vida patas arriba (en el mejor de los sentidos) y me hizo replantearme todo mi mundo. Desde mis objetivos vitales y qué clase de vida quería tener, hasta cómo está estructurada nuestra sociedad.

Yo, como a la gran mayoría de mujeres de mi edad, fui educada para estudiar mucho, trabajar mucho y, llegado el momento, tener hijos. Pero todo ello sin “renunciar” a una gran carrera profesional. Pero el problema de esta concepción está en olvidar la mejor parte de ser mujer: la maternidad en todos sus sentidos.

Yo quise disfrutar de ser madre y darle a mi hija lo que, considero, todo niño o niña necesita: tener a sus padres presentes y ser criada por su mamá. Y tras esa decisión, de ser una “stay at home mom”, como dicen los americanos (mamá que se queda en casa), comenzó un giro de 180º en mi vida.

En esa gran aventura de ser madre y cuidar a mi familia y mi casa, me di cuenta de que estamos completamente rodeados de enfermedades de todo tipo que antes no existían o eran completamente minoritarias: diabetes, obesidad, alergias, cánceres, etc. Y, lo más preocupante, problemas mentales, cuya escalada parece no acabar nunca.

Yo no quiero eso para mi familia, no quiero eso para mis hijas, así que investigué e investigué – y sigo dedicando una parte de cada día a investigar. Y llegué a la conclusión de que la gente enferma, básicamente por el conjunto de los siguientes factores. Por un lado, la presencia en sus vidas de todos la infinidad de químicos y tóxicos que tenemos a nuestro alrededor. Y, por otro lado, y el ritmo de vida tan ajetreado y desconectado de la naturaleza y de nuestra esencia como seres humanos y animales mamíferos que somos.

Los supermercados están llenos de comida procesada, con infinidad de conservantes, ‘E’s’ y químicos de todo tipo, cuya acción a largo plazo y en conjunto nunca ha sido testada. E, incluso, , si eliminas los procesados, es casi misión imposible encontrar fruta y verdura sin pesticidas. Los cuales son dañinos para la salud humana. Y por no hablar de encontrar alimentos no transgénicos. Así como carne de buena calidad de verdad, de animales criados con respeto y a los que no se hayan inyectado antibióticos y hormonas.

En el caso de los productos de limpieza y cosmética la situación es muy similar, incluso peor. Como no son alimentos, se permite la creación de unos terribles cócteles de químicos potencialmente dañinos. Sus efectos sobre la salud humana y el medio ambiente, de forma individual, apenas se han estudiado (aunque no pinta muy bien para nosotros). Y los efectos conjuntos, con las sinergias de todos ellos, directamente se desconocen por completo.

Mención aparte merece la industria farmacéutica. Que en los últimos años ha llenado nuestros hogares de medicamentos cuyos efectos secundarios, en muchas ocasiones, son potencialmente más peligrosos que la dolencia o afección en sí que pretenden curar.

Llegar a todas estas conclusiones me ha llevado un largo proceso, en el que sigo inmersa. Es todo parte de un camino que sigo recorriendo y no sé a dónde me llevará. En el que comencé buscando alimentos verdaderamente sanos, sin pesticidas ni otros químicos, lo cual consigo con mi propia huerta, la participación en una huerta comunal en el pueblo de mi familia y la compra del resto de verduras, frutas y hortalizas directamente a agricultores locales, preferiblemente a pie de huerta; o, cuando, no queda otra, en supermercados o similares, pero con certificados eco o bio.

En cuanto a la limpieza, hace ya unos años que eliminé por completo los productos comerciales de mi vida y fabrico mis propios limpiadores. Eso sí, con recetas muy muy sencillas que, con dos niñas pequeñas, una casa de la que ocuparme y trabajando desde casa, no hay demasiado tiempo disponible.

Los productos de cosmética comerciales, por supuesto, también los eliminé completamente. Aunque en este caso no todos los hago yo, algunos los compro a un artesano de la zona. Hay que repartir las energías y abarcar todo a la vez es imposible… Aunque no descarto, pronto, liarme también con ello.

Últimamente he descubierto otra de mis grandes pasiones, las hierbas medicinales. Estoy tratando de curar a mi familia con remedios caseros y ancestrales, sin efectos secundarios. Y cuya base de elaboración (las hierbas) se encuentra bien cerca de casa, en el campo, esperando a que las recolectemos.

Y todo ello lo hago sin perder de vista lo más importante: la crianza de mis hijas. Nuestra sociedad está llena de adultos estresados, “sin tiempo para nada”, que ni se plantean lo qué están haciendo y lo que no. Que simplemente tratan de seguir el camino establecido: trabajar mucho. Eso lleva a niños que pasan alejados de sus padres largas jornadas, muchos más amplias que las jornadas laborales. Y padres que se encuentran tan estresados que ni siquiera el poco tiempo que pasan con ellos lo pueden disfrutar de verdad. Todo ello unido a la desnaturalización de la crianza que ha habido en las últimas décadas, habiendo convertido cosas antinaturales, como los biberones o dejar llorar desconsolados a los bebés en las cunas, en lo socialmente aceptado.

Yo a mis niñas (y a cualquier futuro hijo que tenga) las intento criar de la forma más natural posible, respetando sus necesidades biológicas y no imponiendo las normas de una sociedad que va totalmente contra natura. Eso significa, entre otras muchas cosas, lactancia materna prologada, porteo, colecho, estar en casa con mamá hasta que tengan edad para ir al cole y un largo etcétera. Sé que no es lo habitual a día de hoy (aunque cada vez más, por suerte), que soy un bicho raro para muchas madres y padres, pero es lo que siento que debo hacer. Lo necesito hacer, porque creo que es lo mejor para mi familia. No es un camino fácil, eso está claro. Y hay que luchar mucho por ello, pero precisamente por eso animo a todas las madres que así lo sientan a luchar también.

Curiosidades sobre mí

  • Soy ingeniera de caminos, canales y puertos, aunque nunca he ejercido como tal. Si he trabajado, como autónoma, desde casa, en temas relacionados, pero nunca he ejercido.
  • Tengo un solo hermano, que tras terminar la carrera también decidió llevar una vida alternativa, aunque él fue mucho más radical. Se compró un velero y se fue a viajar por el mundo. Le podéis encontrar aquí.
  • Cuando éramos niños, mi madre se quedó en casa con nosotros, para criarnos ella. Ese, probablemente, fue uno de los motivos de querer darles lo mismo a mis hijas. No quería que se perdiesen lo que yo tuve y considero que fue el mejor regalo mis padres me hicieron. Lo cierto es que hay una anécdota en relación con lo anterior que me ha marcado de por vida. Cuando era niña y estaba enferma siempre me quedaba en casa con mi madre cuidándome. La mayoría de mis amiguitos del cole iban enfermos y sufrían todo el día porque sus padres “tenían que trabajar y nos le quedaba otra”. Yo, siendo una niña, sin entender aún cómo funcionaba el mundo, no comprendía que les hicieran eso. Pensaba que sus padres no les querían y que eran ‘malos’. Con el tiempo entendí que eso no era así, que la vida es mucho más complicada. Pero me prometí a mí misma que intentaría  como fuera hacer lo mismo por mis hijos.

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